El Fascismo es la manifestación política
de una fuerte patología psíquica, una exacerbación de lo macabro, de
tánatos, del odio a la vida, por eso los oligarcas necesitan derribar
la máscara de lo civilizado. Entonces, según lo advierte Wilhelm Reich,
aparecerá la capa sádico-perversa del carácter social, producto directo
del sistema capitalista, la base psicológica del monstruo fascista,
cuya misión es devorar las manifestaciones de humanismo que la
Revolución va construyendo.
Es necesario crear un enemigo que
origine reacciones de odio y justifique liberar las conductas más
crueles que yacen en las tinieblas del alma colectiva. Es suficiente
revisar la prensa: “el nacional”, “tal cual”, “noticiero digital”, para
percibir la creación de una imagen horrenda que justifica el asesinato
de Chávez y de su familia, la persecución de los chavistas. Los rojos
ahora cumplimos el papel que antes cumplieron los judíos y los
comunistas en la Alemania de Hitler, o los Revolucionarios en la Chile
de pinochet.
Requiere el fascismo que gruesos
sectores de la sociedad se aclimaten en el odio, en el desamor y el
egoísmo. Esa es la razón de la foto de El Nacional: acostumbrar a la
sociedad a lo macabro, al tiempo que inyectan miedo y odio al chavismo. Hasta aquí todo está claro: el enemigo
impulsa una salida fascista y construye condiciones para su concreción.
Sin embargo, no hemos tocado todas las aristas del peligro. Debemos estar alertas para combatir
dentro de nosotros acciones que en la moral y la ética favorecen el
desarrollo fascista. Expliquemos.
La Revolución es una gran empresa de
amor, de humanismo, de lucha contra el egoísmo y la deshumanización del
humano. Por tanto, se desarrolla esencialmente en el alma social. Siendo
así, será el ejemplo de los revolucionarios, su comportamiento
diferente, desprendido, amoroso, el pilar principal de la construcción
socialista y de la lucha antifascista.
El 4 de febrero fue un acto amoroso, de
desprendimiento, sentó bases para la Revolución que hoy vivimos. La
renuncia de Fabricio Ojeda al Congreso para ir a la guerrilla, tiene la
misma esencia amorosa. Cuando en abril el pueblo humilde salió a la
calle a rescatar al Comandante, impulsado por el amor, sin ningún
interés material, se demostraba que con la revolución habían aflorado
desde el fondo del alma popular los mejores sentimientos de la especie y
de nuestra historia revolucionaria.
Esos son los altruismos fundadores de esta Revolución. Deben ser la guía, la esencia de nuestra conducta.
Las acciones egoístas, de persecuciones
insensatas, mezquinas, y las vilezas de algunos emponzoñados de poder,
empañan el ejemplo revolucionario y favorecen el arribo del fascismo.
Hoy el planeta está sumergido en una
crisis terminal que afecta drásticamente a todo, desde la ecología, la
economía, la estructura social, las migraciones, la alimentación, la
seguridad, hasta lo militar… todo está en crisis.
Fidel, el hombre del ánimo infinito, con el mismo grito de ¡Aquí no se rinde nadie! Que
se inició en Alegría de Pío, la gesta de la Sierra Maestra, nos llama a
no desfallecer, a buscar salidas a las dificultades, a salvar a la
especie humana. Fidel es optimista. Oigámoslo y cumplamos nuestro deber de humanistas: buscar con el desespero del náufrago, salidas para la humanidad.
Lo primero es detectar las causas de la
crisis: es una crisis global, del sistema, que se expresa de manera
principal en la ética, en la moral. Es el comportamiento humano la causa
de la crisis, es allí, en el corazón del humano donde están las
respuestas a la adversidad. Busquemos.
La moral, la ética, están íntimamente
ligadas a las relaciones sociales. Un clásico postuló que: “la condición
humana son las relaciones sociales”. Esta es la esencia del problema: “la crisis es del hombre del capitalismo, de las relaciones capitalistas.” Son
las relaciones capitalistas las que producen al hombre depredador de sí
mismo y de la naturaleza. Se deduce que la Humanidad capitalista no es
viable, está condenada a desaparecer, que la única solución es superar
al capitalismo, construir el Socialismo.
Fidel dice que la salida está en llevar la verdad al mayor número de personas en el mundo, estamos de acuerdo. De allí que nuestro
deber es construir el Socialismo, predicar con los hechos, demostrarnos
y demostrar a la Humanidad que una nueva relación entre los humanos, un
hombre nuevo, un mundo nuevo, son posibles. Y con ese ejemplo movilizar
al resto de la Humanidad.
Esa es nuestra responsabilidad. Ahora
bien, en momentos definitorios, cuando el capitalismo agoniza, la
situación de peligro para la humanidad es más grave que nunca. El fascismo, que es el principal mecanismo de defensa del capitalismo, es activado siempre que surge la esperanza. Nos acecha desde afuera, El
imperio fascista tienen armas poderosísimas para instaurar el fascismo,
dice Fidel en una de sus últimas reflexiones que está comprobado que
poseen y han usado bombas mininucleares. Pero, por más poder de destrucción que posea, siempre el mayor peligro se agazapa dentro de nosotros mismos.
La Revolución, que debe educar con el
ejemplo, no puede permitirse comportamientos capitalistas, contrarios a
la ética nueva que es indispensable. Debemos concientizar que un
revolucionario con conducta egoísta, inquina capitalista, hace más daño a
la revolución que un escuálido, porque su conducta perversa se extiende
en las filas de la Revolución, esparce el desencanto, no permite la
construcción de las nuevas relaciones.
La Revolución debe cuidar la conducta,
no es algo menor, es allí donde se manifiestan las relaciones que
estamos construyendo, la ideología que nos guía. Si la conducta es
contraria a los preceptos revolucionarios, si relega al humano,
significa que esa persona, esa institución, va por mal camino, está
dañando la causa revolucionaria, no está a la altura del reto que
asumimos, está cometiendo un crimen.
Una conducta que debilite el ejemplo revolucionario, fortalece la posibilidad fascista.
Podemos concluir, que es la conducta de
los revolucionarios la mayor arma de las Revoluciones, capaz de derrotar
bombas y agresiones de todo tipo. Una mala conducta de los
revolucionarios, una práctica de desamor, con seguridad llevará a esa
Revolución a la derrota. Por el contrario una práctica, una conducta
amorosa, será ejemplo, paradigma, hará de esa revolución una alternativa
que estremecerá el alma pura aplastada por la dominación, se arraigará
en lo más noble del humano, se apropiará de los mejores sentimientos de
las masas, será una revolución invencible.
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