Por: Miguel
Guaglianone
Análista Político y Social
Fascismo
Este fascismo original se configuró como movimiento
político en 1919, abanderado por Benito Mussolini, y por extensión usamos su
nombre para referirnos al nazismo alemán (contracción de Nationalsozialismus –nacionalsocialismo– nombre del partido
político fundado por Adolfo Hitler en Alemania alrededor de 1920) y para
referirnos al franquismo español (ideología y régimen impuesto en España por
Francisco Franco luego de su golpe de Estado a la República en 1936), así como
a posteriores movimientos similares.
Si bien de distintas
características, propias de cada una de las sociedades en las cuales nacieron
(por ejemplo el franquismo tiene una componente religiosa diferente de la
componente mítica alemana o la hedonista italiana), las tres ideologías y los
respectivos regímenes que generaron tienen características comunes. Son
sistemas autoritarios, altamente centralizados y totalitarios (no permitieron
ningún tipo de oposición una vez instaurados) y sus acciones estuvieron signadas
por el cultivo del odio, la rabia y la violencia. Igualmente en cada caso están
caracterizados por una ferocidad intolerante que llegó hasta el intento de
exterminio hacia uno o unos supuestos enemigos internos y externos
(sindicalistas, izquierdistas y demócratas en el caso italiano, “razas
inferiores” y todo otro movimiento político en el caso alemán, e izquierdistas
y progresistas en el caso español), ferocidad basada en el racismo o en el odio
de clase, o en ambos a la vez.
Igualmente, fueron movimientos
“modernos” característicos de las emergentes sociedades de masas, que emplearon
los medios de comunicación masivos como una herramienta fundamental para
su quehacer político. Éstos fueron usados primero por el fascismo italiano (y
también por el comunismo nacido de la revolución rusa, de orientación
ideológica totalmente opuesta), pero lograron su máxima capacidad de alienación
para la dominación de las masas en las manos de Joseph Goebbels, ministro del Reich
“para la educación del pueblo y la propaganda”, quien los convirtió en una
herramienta de alta penetración e influencia sobre el pueblo alemán, y que
sentó los parámetros para su utilización eficaz a esos fines de allí en
adelante.
Los fascismos italiano y alemán fueron derrotados por
completo en la Segunda Guerra Mundial en 1945, y el español dejó de dominar en
el tardío 1975, con la muerte de Francisco Franco. Sin embargo su ideología ha
perdurado durante el resto del Siglo XX y lo que va del XXI. Ha estado presente
en los movimientos de extrema derecha a lo largo y ancho del mundo.
Posiblemente la diferencia ha sido que en ningún caso han tenido el éxito de
los fascismos originales, que lograron capitalizar las mayorías sociales en sus
respectivos países, a partir del mensaje violento y feroz de lo que en un
primer momento fuera un grupo radical minoritario de derecha.
La situación en
Venezuela
Hace ya un tiempo que la extrema derecha viene logrando
la “hazaña” de liderizar, por lo menos formalmente, a la oposición en el país.
Sus planteos, apoyados por los movimientos financiados desde el exterior de
estudiantes “manos blancas” y ONG “democráticas”, y sobre todo por los medios
de comunicación privados (la mayoría de las televisoras, radios y grandes periódicos
del país) han presentado no sólo una defensa cerrada de sus antivalores
conservadores, neoliberales y seudodemócratas, sino que también sus discursos han
estado teñidos de racismo (monos, negros, etc.) y de clasismo (marginales, pata
en el suelo, etc.).
Sus técnicos comunicacionales y sus medios de
comunicación han utilizado desde sutil hasta groseramente los principios
desarrollados por Goebbels, de que:
a)
No existe una verdad
comunicacional,
b)
La realidad de toda
información es irrelevante para los medios,
c)
Las historias y los mensajes
de los medios son solamente representaciones (narraciones)
d)
La verdad a nivel social, es
aquello que se elige creer.
Igualmente, complementando a) y d), el uso del rumorinfundado, extendido hasta convertirse en “verdad evidente” ha sido para ellos
hasta ahora la moneda común.
A partir de las últimas elecciones (desde el propio
inicio de la corta campaña) el candidato de la oposición Enrique Capriles
Radonski eligió un discurso diferente al que había usado en las anteriores
elecciones que perdiera frente al presidente Hugo Chávez, convirtiéndose de un
“moderado progresista” en un vociferante y agresivo actor político.
Esta nueva cara del candidato de la oposición fue
elevando el tono de violencia verbal de la campaña (aunque en las otras 17
elecciones los planteos de la oposición tuvieron un componente violento, ésta
última se caracterizó por ser la más agresiva de todas), así se pudo crear un
clima en algunas minorías, para alentar los sucesos posteriores a las elecciones.
El neofascismo
criollo
La negativa a reconocer los resultados de las elecciones
del 14 de abril desde el mismo momento de hacerse públicos y el llamado a
“descargar la arrechera (ira, enojo)” a sus seguidores hechos por Capriles
Radonsky, desataron desde el día lunes 15 una ola de violencia que dejó como
saldo trágico nueve muertos y casi un centenar de heridos, con ataques a CDI
(Centros de Diagnóstico Integral, parte del sistema de medicina social gratuita
estatal), MERCAL (Sistema de distribución de alimentos público) y sedes del
PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), acompañado por “guarimbas” (focos
de violencia callejera que utilizan generalmente el fuego para interrumpir el
tránsito)
Así se hizo evidente el brote de fascismo, que intentó
convertirse en protagonista del proceso social venezolano. La respuesta del
gobierno y su exhortación al pueblo que lo sigue a no responder violentamente a
las provocaciones, así como la falta de apoyo masivo por parte de los votantes
de la oposición a esa violencia (las protestas de las mayorías de oposición se
limitaron a cacerolazos que fueron bajando rápidamente de intensidad en la
medida que pasaban los días), junto a los intentos de Capriles Radonsky de
desentenderse de los hechos que provocara; parecen haber detenido eficazmente
la escalada de violencia, colocando el grueso de la confrontación política
nuevamente en el terreno de los medios de comunicación.
Este brote sin embargo no parece identificarse totalmente
con lo que se ha llamado el fascismo corriente. No reivindica orgullosa y abiertamente,
a la manera del actual movimiento griego Amanecer Dorado, los antiguos símbolos
y la ideología nazis, sino que se recubre oficialmente con una piel de oveja (…
yo no fui) y se autonombra “demócrata”.
Igualmente agrega mecanismos nuevos a los medios de
comunicación tradicionales (que en este caso también disfrazan su mensaje,
mintiendo por omisión al no reconocer la violencia aparecida, o dándose golpes
de pecho de su “defensa de la democracia”, colocando su mensaje de violencia
solo en forma subliminal intentando evitar sanciones legales). Estos nuevos
mecanismos utilizados son los de las “redes sociales” y el Internet, allí no se
ocultan el odio y la violencia, allí se reproducen alegremente mensajes de
feroz insulto, demonización y descalificación, y a través suyo se generan los
rumores absolutamente irreales que defienden la violencia (también hay muertos
de la oposición, también se han atacado sus locales, todo esto es un montaje
del gobierno, etc.),
Por ello este es más bien un neofascismo propio de los tiempos, que aunque mantiene los objetivos y lineamientos originales, se
disfraza de lo que no es, no se atreve a proclamar abiertamente su
“superioridad de raza o de clase”, juega con la indefinición y la confusión,
aunque no deje de apelar a la violencia (que transmite a través de tonos de
voz, lenguaje corporal, escenografías, etc.).
Y no por ello deja de emplear los mismos métodos que
caracterizaron al fascismo original. Ya hablamos de la generación del rumor
como arma de guerra (recordamos uno muy paradigmático inventado
durante la campaña electoral, que afirmaba que el gobierno había vendido la
Corporación Eléctrica Estatal a los chinos, y que lo haría público luego de las
elecciones), agreguemos también la creación de chivos expiatorios culpables de todos los males (los “enchufados,
el presidente, etc.) a los cuales se adjudica, tal como lo hiciera el nazismo,
la maldad de nuestras propias acciones. Utiliza el “mundo al revés”, acusando a
la víctima de victimario, al agredido de agresor (Capriles Radonsky tacha de
“fascista” al gobierno). Igualmente apela al anticomunismo dinosáurico,
centrando sus ataques en las buenas relaciones que con el gobierno y el pueblo
de Cuba tiene el gobierno bolivariano, acusándolos de manejar el país, de
invadirnos y otras sandeces más, que sin embargo hacen carne en mucha gente de
la oposición.
Es muy importante dejar claros los peligros latentes del
brote neofascista. Si bien no parece probable que la clase media venezolana (a
pesar de ser un buen caldo de cultivo, manipulada emocionalmente por los
medios, exacerbados su prejuicios de raza y de clase, incentivados sus temores
–van a expropiar la propiedad privada, van a quitar la patria potestad, etc.– y
constituir la masa de apoyo más importante del fascismo) vaya a caer en el
apoyo y complicidad con la violencia y se haga parte, tal como sucedió en la
Alemania nazi, de la propuesta fascista; sin embargo el peligro siempre está
latente.
Hoy la violencia de grupos minoritarios (algunos
ideológicamente convencidos y otros sicarios contratados) parece haber
fracasado como chispa para encender al país. Sus acciones se mantuvieron
puntuales. Sin embargo parece evidente que quienes están detrás de los focos de
violencia callejera son los mismos que en 2002 promovieron la violencia
institucional del golpe de Estado. Las derechas no descansan y apelan a
cualquier método, sobre todo en el caso de Venezuela, donde el proceso
bolivariano a pesar de todas las dificultades (la pérdida del líder, la
reducción de su caudal electoral) sigue constituyendo un molesto ejemplo de
soberanía y antiimperialismo, una piedra de tranca –apoyada por su riqueza petrolera y su influencia política
internacional– para los
intereses de los poderes centrales.
No puede permitirse la posibilidad de caer en un camino
que en Venezuela puede llevar hasta la guerra civil, ya que a diferencia de las
sociedades donde triunfaron los fascismos tradicionales, existe aquí una
mayoría de más de la mitad de la población que no sólo se opone al neofascismo,
sino que tiene la capacidad potencial de defenderse por sí misma. Denunciar,
atacar y condenar los brotes del neofascismo, así como alertar a la población
(aún a aquella que votó por la oposición) de las consecuencias del desarrollo
de sus acciones, es hoy una tarea prioritaria. Intentamos colaborar con esta
tarea.
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