martes, 30 de abril de 2013

Venezuela Neofascismo Criollo


Por: Miguel Guaglianone
Análista Político y Social

 


Fascismo

Se llaman fascismos, a aquellas ideologías autoritarias de derecha (y a los movimientos sociales y políticos que originaron), nacidas en la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial. Su nombre proviene de la palabra fascio, que significa en latín y en italiano fajo o manojo de ramas, y que fuera usado como símbolo por el fascismo original italiano.

Este fascismo original se configuró como movimiento político en 1919, abanderado por Benito Mussolini, y por extensión usamos su nombre para referirnos al nazismo alemán (contracción de Nationalsozialismus –nacionalsocialismo– nombre del partido político fundado por Adolfo Hitler en Alemania alrededor de 1920) y para referirnos al franquismo español (ideología y régimen impuesto en España por Francisco Franco luego de su golpe de Estado a la República en 1936), así como a posteriores movimientos similares.

Si bien de distintas características, propias de cada una de las sociedades en las cuales nacieron (por ejemplo el franquismo tiene una componente religiosa diferente de la componente mítica alemana o la hedonista italiana), las tres ideologías y los respectivos regímenes que generaron tienen características comunes. Son sistemas autoritarios, altamente centralizados y totalitarios (no permitieron ningún tipo de oposición una vez instaurados) y sus acciones estuvieron signadas por el cultivo del odio, la rabia y la violencia. Igualmente en cada caso están caracterizados por una ferocidad intolerante que llegó hasta el intento de exterminio hacia uno o unos supuestos enemigos internos y externos (sindicalistas, izquierdistas y demócratas en el caso italiano, “razas inferiores” y todo otro movimiento político en el caso alemán, e izquierdistas y progresistas en el caso español), ferocidad basada en el racismo o en el odio de clase, o en ambos a la vez.

Igualmente, fueron movimientos “modernos” característicos de las emergentes sociedades de masas, que emplearon los medios de comunicación masivos como una herramienta fundamental para su quehacer político. Éstos fueron usados primero por el fascismo italiano (y también por el comunismo nacido de la revolución rusa, de orientación ideológica totalmente opuesta), pero lograron su máxima capacidad de alienación para la dominación de las masas en las manos de Joseph Goebbels, ministro del Reich “para la educación del pueblo y la propaganda”, quien los convirtió en una herramienta de alta penetración e influencia sobre el pueblo alemán, y que sentó los parámetros para su utilización eficaz a esos fines de allí en adelante.

Los fascismos italiano y alemán fueron derrotados por completo en la Segunda Guerra Mundial en 1945, y el español dejó de dominar en el tardío 1975, con la muerte de Francisco Franco. Sin embargo su ideología ha perdurado durante el resto del Siglo XX y lo que va del XXI. Ha estado presente en los movimientos de extrema derecha a lo largo y ancho del mundo. Posiblemente la diferencia ha sido que en ningún caso han tenido el éxito de los fascismos originales, que lograron capitalizar las mayorías sociales en sus respectivos países, a partir del mensaje violento y feroz de lo que en un primer momento fuera un grupo radical minoritario de derecha.

La situación en Venezuela

Hace ya un tiempo que la extrema derecha viene logrando la “hazaña” de liderizar, por lo menos formalmente, a la oposición en el país. Sus planteos, apoyados por los movimientos financiados desde el exterior de estudiantes “manos blancas” y ONG “democráticas”, y sobre todo por los medios de comunicación privados (la mayoría de las televisoras, radios y grandes periódicos del país) han presentado no sólo una defensa cerrada de sus antivalores conservadores, neoliberales y seudodemócratas, sino que también sus discursos han estado teñidos de racismo (monos, negros, etc.) y de clasismo (marginales, pata en el suelo, etc.).

Sus técnicos comunicacionales y sus medios de comunicación han utilizado desde sutil hasta groseramente los principios desarrollados por Goebbels, de que:

a)    No existe una verdad comunicacional,

b)    La realidad de toda información es irrelevante para los medios,

c)    Las historias y los mensajes de los medios son solamente representaciones (narraciones)

d)    La verdad a nivel social, es aquello que se elige creer. 

 
Igualmente, complementando a) y d), el uso del rumorinfundado, extendido hasta convertirse en “verdad evidente” ha sido para ellos hasta ahora la moneda común.

A partir de las últimas elecciones (desde el propio inicio de la corta campaña) el candidato de la oposición Enrique Capriles Radonski eligió un discurso diferente al que había usado en las anteriores elecciones que perdiera frente al presidente Hugo Chávez, convirtiéndose de un “moderado progresista” en un vociferante y agresivo actor político.

Esta nueva cara del candidato de la oposición fue elevando el tono de violencia verbal de la campaña (aunque en las otras 17 elecciones los planteos de la oposición tuvieron un componente violento, ésta última se caracterizó por ser la más agresiva de todas), así se pudo crear un clima en algunas minorías, para alentar los sucesos posteriores a las elecciones.

El neofascismo criollo

La negativa a reconocer los resultados de las elecciones del 14 de abril desde el mismo momento de hacerse públicos y el llamado a “descargar la arrechera (ira, enojo)” a sus seguidores hechos por Capriles Radonsky, desataron desde el día lunes 15 una ola de violencia que dejó como saldo trágico nueve muertos y casi un centenar de heridos, con ataques a CDI (Centros de Diagnóstico Integral, parte del sistema de medicina social gratuita estatal), MERCAL (Sistema de distribución de alimentos público) y sedes del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), acompañado por “guarimbas” (focos de violencia callejera que utilizan generalmente el fuego para interrumpir el tránsito)

Así se hizo evidente el brote de fascismo, que intentó convertirse en protagonista del proceso social venezolano. La respuesta del gobierno y su exhortación al pueblo que lo sigue a no responder violentamente a las provocaciones, así como la falta de apoyo masivo por parte de los votantes de la oposición a esa violencia (las protestas de las mayorías de oposición se limitaron a cacerolazos que fueron bajando rápidamente de intensidad en la medida que pasaban los días), junto a los intentos de Capriles Radonsky de desentenderse de los hechos que provocara; parecen haber detenido eficazmente la escalada de violencia, colocando el grueso de la confrontación política nuevamente en el terreno de los medios de comunicación.

Este brote sin embargo no parece identificarse totalmente con lo que se ha llamado el fascismo corriente. No reivindica orgullosa y abiertamente, a la manera del actual movimiento griego Amanecer Dorado, los antiguos símbolos y la ideología nazis, sino que se recubre oficialmente con una piel de oveja (… yo no fui) y se autonombra “demócrata”.

Igualmente agrega mecanismos nuevos a los medios de comunicación tradicionales (que en este caso también disfrazan su mensaje, mintiendo por omisión al no reconocer la violencia aparecida, o dándose golpes de pecho de su “defensa de la democracia”, colocando su mensaje de violencia solo en forma subliminal intentando evitar sanciones legales). Estos nuevos mecanismos utilizados son los de las “redes sociales” y el Internet, allí no se ocultan el odio y la violencia, allí se reproducen alegremente mensajes de feroz insulto, demonización y descalificación, y a través suyo se generan los rumores absolutamente irreales que defienden la violencia (también hay muertos de la oposición, también se han atacado sus locales, todo esto es un montaje del gobierno, etc.),

Por ello este es más bien un neofascismo propio de los tiempos, que aunque mantiene los objetivos y lineamientos originales, se disfraza de lo que no es, no se atreve a proclamar abiertamente su “superioridad de raza o de clase”, juega con la indefinición y la confusión, aunque no deje de apelar a la violencia (que transmite a través de tonos de voz, lenguaje corporal, escenografías, etc.).

Y no por ello deja de emplear los mismos métodos que caracterizaron al fascismo original. Ya hablamos de la generación del rumor como arma de guerra (recordamos uno muy paradigmático inventado durante la campaña electoral, que afirmaba que el gobierno había vendido la Corporación Eléctrica Estatal a los chinos, y que lo haría público luego de las elecciones), agreguemos también la creación de chivos expiatorios culpables de todos los males (los “enchufados, el presidente, etc.) a los cuales se adjudica, tal como lo hiciera el nazismo, la maldad de nuestras propias acciones. Utiliza el “mundo al revés”, acusando a la víctima de victimario, al agredido de agresor (Capriles Radonsky tacha de “fascista” al gobierno). Igualmente apela al anticomunismo dinosáurico, centrando sus ataques en las buenas relaciones que con el gobierno y el pueblo de Cuba tiene el gobierno bolivariano, acusándolos de manejar el país, de invadirnos y otras sandeces más, que sin embargo hacen carne en mucha gente de la oposición.

Es muy importante dejar claros los peligros latentes del brote neofascista. Si bien no parece probable que la clase media venezolana (a pesar de ser un buen caldo de cultivo, manipulada emocionalmente por los medios, exacerbados su prejuicios de raza y de clase, incentivados sus temores –van a expropiar la propiedad privada, van a quitar la patria potestad, etc.– y constituir la masa de apoyo más importante del fascismo) vaya a caer en el apoyo y complicidad con la violencia y se haga parte, tal como sucedió en la Alemania nazi, de la propuesta fascista; sin embargo el peligro siempre está latente.

Hoy la violencia de grupos minoritarios (algunos ideológicamente convencidos y otros sicarios contratados) parece haber fracasado como chispa para encender al país. Sus acciones se mantuvieron puntuales. Sin embargo parece evidente que quienes están detrás de los focos de violencia callejera son los mismos que en 2002 promovieron la violencia institucional del golpe de Estado. Las derechas no descansan y apelan a cualquier método, sobre todo en el caso de Venezuela, donde el proceso bolivariano a pesar de todas las dificultades (la pérdida del líder, la reducción de su caudal electoral) sigue constituyendo un molesto ejemplo de soberanía y antiimperialismo, una piedra de tranca apoyada por su riqueza petrolera y su influencia política internacional para los intereses de los poderes centrales.

No puede permitirse la posibilidad de caer en un camino que en Venezuela puede llevar hasta la guerra civil, ya que a diferencia de las sociedades donde triunfaron los fascismos tradicionales, existe aquí una mayoría de más de la mitad de la población que no sólo se opone al neofascismo, sino que tiene la capacidad potencial de defenderse por sí misma. Denunciar, atacar y condenar los brotes del neofascismo, así como alertar a la población (aún a aquella que votó por la oposición) de las consecuencias del desarrollo de sus acciones, es hoy una tarea prioritaria. Intentamos colaborar con esta tarea.

 

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